La grasa corporal es una sustancia importante en nuestro cuerpo que sirve para proporcionar energía o regular la temperatura corporal. Sin embargo, una cantidad excesiva de grasa es perjudicial, ya que el cuerpo no la utiliza y la almacena, pudiendo derivar en la aparición de enfermedades. En el deporte, la indicación también está clara: una cantidad demasiado alta de grasa es un lastre.

Las medidas normales y saludables de grasa corporal para los hombres que no sean deportistas se sitúan en torno al 20% y, en el caso de las mujeres, sobre el 25%. En las mujeres, siempre es común una mayor presencia de grasa por genética. La cuantía mínima de grasa corporal para la vida humana es, por otro lado, del 3%. Es el porcentaje necesario para lograr realizar funciones vitales del organismo.

Un componente graso muy bajo no solo puede reducir el rendimiento deportivo, también puede producir trastornos para la salud del deportista. Un ejemplo de esta afirmación se produce de forma especialmente importante en las mujeres deportistas. Cuando desciende mucho la grasa corporal se reduce la capacidad de producir hormonas femeninas como los estrógenos, lo que tienen consecuencias patológicas como una mayor incidencia de lesiones o la aparición de patologías tan graves como la tríada de la mujer deportista, es decir disminución de energía, alteración de su ciclo menstrual y baja densidad mineral ósea.

Los deportistas amateurs que buscan un cuerpo perfecto quieren reducir a toda costa su cantidad de grasa corporal, ya que esto ayudará a definir sus músculos y, en la mayor parte de los casos, a mejorar su rendimiento. Pero la clave para lograr unos índices bajos de grasa corporal se encuentra en el equilibrio entre una correcta alimentación y un buen entrenamiento. La alimentación es la más importante y ciertamente con un buen entrenamiento se pueden conseguir buenos resultados, pero si la alimentación no es correcta, es muy posible que no consigamos que el porcentaje graso disminuya hasta los objetivos de cada deportista.